lunes, 13 de junio de 2011

"CREAR ES LA PALABRA”

omo hace años lo resumió la Conferencia Episcopal de Medellín, "América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada. Tal situación exige transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras". Hacerlas -y lograrlo con éxito-, corresponde a las izquierdas. Por supuesto, no es fácil. Por principio, nada tiene por qué ser fácil para las izquierdas porque, en esencia, mientras el papel de las derechas es reproducir el pasado, el nuestro es producir el futuro. Los reaccionarios conocen lo requerido para reeditar privilegios e inequidades, y hasta para perfeccionar su reproducción, y para ello conservan el inventario de casi todas las respuestas. En cambio, el papel de las izquierdas es crear la utopía idónea y justa para cambiar las cosas, elaborar nuevas propuestas y debatir consensos necesarios para juntar fuerzas y construir alternativas de mejor proyección social. Suyas son todas las preguntas, porque su campo no es el de reincidir, sino el de transformar, no es la repetición trillada sino el ancho campo de la invención y la aventura, rebosante tanto de esperanzas como de incógnitas y riesgos inexplorados, donde nadie sobre porque todos podemos aportar. Por lo mismo, otra conclusión queda a la vista. La de que sólo los propios latinoamericanos -desde sus respectivas particularidades nacionales. pueden determinar cuáles han de ser los objetivos a buscar y los mejores métodos para hacerlos realidad. Tras un siglo de lidiar con modelos ajenos que al cabo no fueron los más idóneos según los resultados obtenidos, lo que el nuevo estado de cosas nos entrega debe asumirse como emancipación y como oportunidad, pues ya a nadie más le toca tutelarnos y somos los responsables por todos los actos realizadores de nuestro futuro. La utopía, agrega Marta Suplicy evocando a Eduardo Galeano, siempre está sobre nuestro horizonte: cuando avanzas dos pasos, ella se aleja otros dos. Caminas diez más y ella estará otros tantos más adelante. ¿Para qué sirve la utopía? Sirve para eso, para hacernos caminar, y lo que ahora toca es compartir una buena caminada. Por lo mismo, es hora de debatir, y no para disgregar sino para agrupar fuerzas y emprender juntos el camino necesario. Tal como Martí lo advirtió en Nuestra América, "es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes." Puesto que no hay determinación previa de la historia, ni potencias providenciales que la hagan por nosotros, ni mucho menos a nuestra medida, es a nosotros a quienes corresponde definir, concertar y construir. Ante la gravedad y urgencia de las necesidades latinoamericanas, sólo nuestra imaginación, solidaridad y empeño podrán proponer y construir las soluciones que estos pueblos y realidades demandan. A un siglo de distancia, al hablarnos de ese mismo imperativo, ya Martí nos dijo que, por eso, a esta hora "los jóvenes de América se ponen la camisa a codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura del sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación". (Nils Castro)

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