lunes, 3 de agosto de 2009

Las conversaciones no sirven si cada cual se escucha a sí mismo

No hay democracia sin diálogo democrático entre los actores de las organizaciones políticas y también sociales. Pero, ¿cuál es el sentido del diálogo? El intercambio no puede ser sólo para que cada cual se escuche a sí mismo y ponga el título que más le convenga en la fotografía del encuentro. Las reuniones realizadas con funcionarios de los gobiernos nacional y provincial son positivas en cuanto implican el retroceso sobre las propias estrategias que marcaron el tiempo precedente y el reconocimiento de los errores sobre los que se construyó la unilateralidad y el auto aislamiento para la toma de decisiones. Pero la evaluación de los encuentros recién podrá hacerse cuando se puedan demostrar resultados, por pequeños o parciales que éstos sean. No sirve el diálogo por sí solo para resolver los problemas de la gente. Sin embargo, ese debería ser el objetivo principal de su realización. El interés general, el bien común deben estar en la mira de los participantes. Por eso, hemos querido jerarquizar nuestra participación, tomando como propias todas aquellas temáticas que aparecen como prioritarias en la agenda social, en la de las preocupaciones cotidianas de la sociedad. El tema de la reforma política reviste importancia porque debe tener un objetivo estratégico: la relegitimación de la política como el instrumento no formal sino real para la defensa de los derechos e intereses sociales. Desde esa recuperación es que se da mayor sentido al resto de los debates sobre los temas particulares. Para que los políticos no seamos simples individualidades que discutimos temas careciendo de la representación popular basada en la confianza. Por eso es tan importante que ese debate no produzca una nueva frustración como tantos antes sobre las mismas cuestiones, que terminaron en la nada, o en la sanción de leyes que luego derogaron las mayorías parlamentarias cuando no les convenían o incumplen los mismos que las dictan. De ahí también que el diálogo político excede el marco de la relación entre parlamentarios, porque -abundan los ejemplos- las leyes por sí solas no aseguran su efectivo cumplimiento ni son las respuestas suficientes a las demandas y expectativas sociales. Hemos solicitado avanzar sobre un gran acuerdo nacional de partidos para el combate a la pobreza (sigo reivindicando aquella noble lucha encarada por el Frenapo) como cuestión central, o el funcionamiento del Consejo de Seguridad con participación de legisladores pero también de intendentes, partidos, y organizaciones. Se trata de identificar las cuestiones de Estado y crear el ámbito adecuado para discutir las políticas públicas que, mediante el consenso, serán sostenidas por todos a través de los tiempos, ‘gane quien gane‘. Estas son las certezas mínimas que la ciudadanía nos reclama: grandeza para discutir con otros, responsabilidad para acordar políticas, seriedad para darles perdurabilidad en el tiempo. De ese modo, cada cual puede planificar su vida y como Nación podemos ofrecer seguridades que hoy no tenemos, para volver a ser un país fiable en el concierto de naciones. Simplemente porque podemos ser previsibles y porque existe una agenda común que prevalece sobre la competencia electoral, la disputa política y la puja de intereses sectoriales. Debemos jerarquizar el diálogo político para que ese ámbito -como lo fueron las Mesas del Diálogo Argentino en el 2001/ 2002- nos permita salir de la emergencia y abordar una agenda país compartida por todos aquellos que soñamos una nación justa, inclusiva y encaminada hacia el progreso. (*) Líder de Generación para un Encuentro Nacional (GEN) y diputada nacional electa por la provincia de Buenos Aires.

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